Whitney Houston, que reinó como la monarca de la música pop hasta que su majestuosa voz e imagen real fueron destrozadas por el consumo de drogas, ha muerto. Tenía 48 años.
El publicista Kristen Foster informó el sábado que la cantante había fallecido, pero se desconocían la causa y el lugar donde murió.
En la cima de su éxito en las décadas de 1980 y 1990, Houston era la chica dorada del sector musical y una de las artistas con mayor venta de discos. Entre sus éxitos están How Will I Know, Saving All My Love for You y I Will Always Love You.
Ganó múltiples premios Grammy, entre ellos álbum del año, e incluso participó en películas como The Bodyguard. Pero al final de su carrera las drogas le pasaron la factura, su voz se volvió rasposa y enronquecida y las ventas de sus discos se desplomaron.
Whitney tenía una voz e imagen perfecta: una cantante impresionante que tenía atractivo sexual pero eso nunca sobrepasó su talento.
Whitney influyó a toda una generación de cantante, desde Christina Aguilera hasta Mariah Carey, quien tenía una voz tan similar a la de Houston, que cuando debutó muchos las confundían.
Al final de su carrera, Houston se convirtió en una adicta a las drogas. Las ventas de sus discos cayeron y nunca volvió a tener un éxito. Su imagen alguna vez serena se transformó en una incorregible y bizarra, sobre todo en sus apariciones públicas. Ella se confesó como adicta a la cocaína, marihuana y pastillas. Su alguna vez talentosa voz fue muy afectada, lo que le impedía alcanzar los altos rangos que alguna vez tuvo.
“El gran demonio está dentro de mí. Soy ambas cosas: mi mejor amiga o mi peor enemiga”, dijo Houston a la periodista Diana Sawyer en una famosa entrevista en el 2002.
Fue una trágica caída para una superestrella que alguna vez estuvo entre los artistas pop más vendedores de todos los tiempos con más de 55 millones de discos vendidos tan solo en Estados Unidos.